No había jugado David Villa ningún partido como teórico extremo derecho. Tampoco jugó abierto, sino entre Luna, el lateral izquierdo sevillista, y Alexis, el central más cercano, con lo que ninguno de los dos fijó su marcaje. Ni Pedro había ejercido hasta ahora de extremo zurdo para enfrentarse a un Konko poco avezado para controlar a jugadores pequeños y habilidosos.
Seguramente, Manzano habría deseado ser un entrenador de básquet para reunir a su equipo y explicar quién y cómo debía controlarse a un Messi que aparecía en todos los rincones del césped arrancando desde atrás. No era delantero centro, mediapunta ni el cuarto centrocampista. Lo fue todo a ratos. No se atrevió Martín Cáceres a salir de la cueva para perseguirle. No miró atrás Romaric para vigilar al argentino, más pendiente de intimidar a Xavi con dos golpes en la parte posterior de las piernas. Ni Renato, brasileño como es, quiso saber nada de marcajes. «Hay dos tipos de fútbol: uno es el que practica el Barça y otro el que hacemos el resto», admitió Manzano.
Reconocible por un estilo de juego que no se negocia, el Barça se convierte cada semana en un equipo desconocido. Casi imprevisible para sus adversarios por las inesperadas variantes tácticas que exhibe. Guardiola va dibujando rayas y flechas al esquema de juego básico con la suficiente habilidad para desorientar a los rivales y evitar que sus propios hombres se desconcierten.
El Barça modélico
El secreto, en el fondo, se resume a la movilidad constante de los futbolistas para ofrecer siempre al compañero una opción de pase; ocupar todas las parcelas de campo racionalmente, sujeto a un corsé, no parece tan prioritario. No debe serlo para el Barça, que vive de la capacidad de sus jugadores para crear acciones de dos contra uno cuando tiene el balón. Y también sin él. «Apretamos muy arriba desde el inicio y aprovechamos las primeras ocasiones», explicó Andrés Iniesta, resumiendo las dos claves de la goleada sobre el Sevilla. «Ya nos tocaba un partido así de tranquilo y sin sufrir»,destacó Sergio Busquets.
A los 26 segundos, Piqué se internó como lateral derecho mientras Alves se había colocado de extremo y Xavi estaba por detrás de los dos. «Es una pasada jugar en este equipo», afirmó Alves, feliz por ser más extremo que lateral. Feliz, también, por haber vestido el sábado la camiseta azulgrana y no la blanca de sus excompañeros del Sevilla.
Tres faltas
Una falta cometió Alves en todo el partido. Dos provocó Abidal. Piqué y Puyol, ninguna. «Contra el Sevilla vimos al Barça que todos queremos ver», explicó Xavi. Un Barça modélico. Moderno. Sorprendente. Con defensas que no cometen faltas porque las cometen los medios y los delanteros.El cerebro reapareció sin acusar las molestias de su lesión, pero Guardiola le evitó los últimos 30 minutos. Eran innecesarios. «Podría haber seguido más minutos, me encontraba muy bien», dijo Xavi.
Stale Solbakken, el entrenador del Copenhague, vio el partido frente al Sevilla. No le servirá de mucho. Hasta mañana no sabrá qué Barça se encontrará.
Vía: ElPaís.com