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Aquí conseguirás un compendio de los mejores artículos de fútbol que me topo en la web, sobre curiosidades, datos históricos, polémicas etc. De vez en cuando me animo y escribo algo también...

martes, 29 de diciembre de 2009

Tras la huella del Minervén de 1994

15 años han pasado desde que el Expreso Azul llegó a cuartos de final de la Copa Libertadores

Nadie apostaba ni un cabello por ellos y tras buenas actuaciones en casa lograron hacer de Cachamay un bastión fundamental. La sencilla fórmula de ganar en casa, con un juego alegre y vistoso, sin que nadie lo imaginara, funcionó. El Expreso Azul se colocó allí, en la élite del balompié suramericano. Minervén de El Callao logró en 1994 ser un gigante.

Primero bajo el mando de Nerio Hernández y luego de la mano del DT uruguayo Víctor Pignanelli, el equipo guayanés logró estar entre los ocho mejores del continente. “Era un equipo que le gustaba a la gente por el trato a la pelota. Era una mezcla de lo vistoso del fútbol colombiano con la garra charrúa”, recuerda Gilberto Angelucci, arquero por aquellos días.

Edson Tortolero fue su capitán. Desde su llegada en 1988, con sólo 16 años, logró hacerse de los colores para siempre. “Fue un grupo humilde que demostró”, resaltó. “Haber vestido esa camiseta me llena de bonitos sentimientos”.

En la delantera, Juan García era el encargado de hacer los goles y recuerda vívidamente la Copa de 1994. “Minervén participó en muchas Libertadores, pero esa fue la más memorable”. Minervén quedó tercero en el grupo cinco y clasificó a octavos de final, en los que enfrentó a Emelec de Ecuador. En la ida, en casa, ganó 2-0. En la vuelta cayó 3-1 y tuvo que definir el pase a cuartos en la tanda de los penales.

“Siempre tuve la responsabilidad de cobrar los penales”, comenta Tortolero. “El primero y el último siempre son los más difíciles –recuerda– y gracias a Dios se logró”. Angelucci fue fundamental en el 2-4.

Luego, los sureños se enfrentaron a Vélez Sarsfield, equipo que saldría campeón. “Estuvimos a punto de ganarles en Puerto Ordaz, pero lamentablemente llovió. Una pelota que iba para gol se paró en todo el medio del arco por un pozo que se hizo. Ellos eran superiores en experiencia, pero no como equipo”, rememora Stalin Rivas, el líder goleador.

En la vuelta, “Turu” Flores y el “Turco” Asad terminaron con el sueño de aquel momento de un equipo inolvidable. “Minervén fue donde más disfrutamos el fútbol”, sentenció Angelucci sobre el cuadro que llegó a tener 10 de sus jugadores en la selección nacional.

“Cuando hablas con cualquier jugador que tuvo la oportunidad de defender esa camiseta, sientes que hay un respeto, consideración y admiración por ese equipo, más allá de que hoy no existe”, evalúa Juan García y el “ Mago” Rivas le asiste como en antaño: “Minervén captó muchos fanáticos. Todo el mundo vio cómo nació, creció y después llegó a la élite del fútbol nacional”.

Una historia que se repite
Del equipo que fue fundado en 1985 no quedó nada en enero de 1999. El mal manejo gerencial de la entidad la llevó a su desaparición, como ha pasado con tantos equipos tradicionales del fútbol nacional. “Lamentablemente, la mala dirigencia no supo aprovechar el momento de éxito para hacer del equipo un club”, evaluó Stalin Rivas. En 2007 se intentó revivir al equipo, pero el experimento no cuajó. “Como ese Minervén del Callao no va a haber otro”, sentenció Juancho García.

Stalin Rivas, una estrella rodeada de estrellas
Stalin Rivas mostró sus mejores gambetas, toda su habilidad y olfato goleador a los fanáticos de Minervén que en 1994 pudieron celebrar junto a su ídolo un premio que habla de la calidad del guayanés. El “Mago” marcó siete tantos y se convirtió en el máximo goleador de la Copa Libertadores durante aquella edición, una época que sumó para catalogarlo como uno de los mejores futbolistas criollos de todos los tiempos.
Recién llegado de Bélgica, donde jugó con el Standard Lieja y el desaparecido Boom FC, Stalin Rivas sobresalía del resto, algo difícil dentro de un grupo conformado, entre otros, por Gilberto Angelucci en el arco, Edson Tortolero, Luis ‘Pájaro’ Vera, Juan García y David McIntosh. “Todos vivíamos un gran momento”, confirma Rivas.

“Siempre tiene que haber un referente –dice el volante para deslastrarse de protagonismo– pero en todas las líneas teníamos muy buenos jugadores”. Al insistirle sobre el buen juego que mostró en ese momento, Rivas logra hablar en lo individual. “Esa ha sido una de las etapas en las que jugué en más alto nivel. Me ayudó mucho el trabajo que venía haciendo en la liga belga. Cuando llegué estaba por encima de muchos en lo que respecta a las condiciones físicas y eso resaltaba”.

Gilberto Angelucci (Arquero)
“Recuerdo el partido contra Emelec que ganamos en penales. Luego le paré uno a Trotta de Vélez. De allí me llevaron para San Lorenzo”.

Edson Tortolero (Defensor)
“Minervén y la selección nacional tienen mis sentimientos. Minervén me lo dio todo, me dio el nombre que de a poco logré conseguir”.

Stalin Rivas (Mediapunta)
“Logramos un equilibrio como grupo, como personas, y empezamos a andar todos por un mismo camino. Después llegaron los triunfos”.

Juan García (Delantero)
“En el conjunto contábamos con muy buenos jugadores y formamos un gran grupo humano, que es lo que lleva a los equipos a ser grandes”.


Vía: Liderendeportes.com

sábado, 19 de diciembre de 2009

El Barcelona entra al cielo como un único habitante

Si el fútbol tiene espíritu -que lo tiene- nadie mejor que el Barcelona y Estudiantes de la Plata para ser parte fundadora. La cantera contra el esfuerzo, la estética contra la mística, el deseo contra el análisis, la cordura contra el sentimiento puro. Ambos conjuntos tienen algo de cada elemento que forma nuestra naturaleza.

Dos clubes históricos, dos formas de entender el juego y la vida, se enfrentaban en Abu Dabi por la gloria definitiva. Estudiantes tenía un solo enemigo para entrar al reino de los elegidos, pero el Barcelona no sólo se veía las caras contra un rival dispuesto a dar sangre, sudor y lágrimas, sino también contra el oponente más hambriento de fracasos ajenos: la Historia misma.

Los de Pep Guardiola llegaban a la gran final con la misma humildad de siempre pero con la ambición competitiva de ser el único equipo en lograr el milagro de seis títulos una misma temporada. Perdrito ya estaba dentro de la jaula dorada y esperaba ansioso a sus compañeros. Mirándole fíjamente a la cara, el León y la Brujita Verón, convencidos, como lo marca el ADN argentino, de la victoria final.

Imposible no emocionarse ante la apuesta previa de dos representantes fieles de sus propias convicciones. En este sentido, la honradez y el respeto por la historia de ambos conjuntos estaba asegurada. Dos escuelas, un mismo objetivo, dos postulados, una misma ambición. Todo eso recorría nuestra sangre cuando la pelota comenzó a rodar y todo comenzó a gestar la dinámica de lo impensado.

Alejandro Sabella cambió su dibujo, tal y como preveíamos, y salió a jugarle al Barça con tres centrales y dos carrileros, para reforzar el juego defensivo por banda y no generar espacios interiores por donde las segundas líneas culés pudiesen sorprender. Evidentemente, Estudiantes pensaba en la iniciativa rival mientras que los blaugranas entraron a jugar con el mismo dispositivo de siempre.

Eso sí, Pep incluyó a Keita en la medular para tener una apuesta más desde atrás en cuanto a la llegada por sorpresa y volvió a confiar en Henry por encima de Pedrito. Sus razones tendrá Guardiola pero se nos antoja algo injusto para el tinerfeño, analizando todo desde fuera. Pues bien, dicho esto, el Pincha no salió asustado a pesar de la iniciativa del Barça y un pase de Verón casi termina en gol de Enzo Pérez. Los argentinos estaban muy concentrados y peleando el partido con sus armas, las que tenían. Al Barça, como siempre, le costaba meterse en el partido.

El Barcelona respondió rápidamente gracias a un gran taconazo de Ibra para Xavi que, pecando de generoso, no remató la jugada y metió un pase atrás para un compañero que nunca llegó. El sueco estaba en el campo y era una muy lamentable noticia para los platenses. Aún así, el trámite era igualado desde el sufirmiento y ventajoso para los catalanes desde la posesión. El partido no tená un claro dominador y los argentinos parecían neutralizar el fútbol del campeón español. Sin embargo no llegaba a la portería de Valdés y a este ritmo íbamos a un empate cerrado, aún siendo pronto para afirmarlo.

El partido estaba en el terreno planteado por Estudiantes: espeso, sucio y con nada de ritmo. El árbitro mexicano Benito Archundia, además de comportarse como un chulo barato de barrio, no entendía qué equipo intentaba jugar e incluso llegó a sacar amarilla a Messi por tirarse ante una clara falta de Verón. Dicho esto y sin que sirva como excusa, Braña y Verón cortaban en el medio con la inestimable ayuda de unos centrales que achicaban a sus espaldas. Xavi no la olía, Messi ausente y Henry no aportaba nada.

El partido estaba para que una jugada de estrategia abriera el marcador mientras se escindía la primera parte y Archundia se tragaba un penalti de Albil a Xavi grande como una catedral, por penalti y por roja al portero. Un árbitro de segunda fila impartiendo justicia, eso es lo que entiende por democracia la FIFA en su particular guerra con la UEFA. Y para rematar la faena, Estudiantes clavó el 1-0 con un golazo de Mauro Boselli a centro de Benítez. Ahora, definitivamente, el choque estaba donde más quería el Pincha, digno rival, y Archundia, un árbitro penoso. Nos fuimos al descanso con un Estudiantes tácticamente impecable y un Barcelona confundido. Del mexicano, mejor no volver a hablar.

El descanso fue más largo para Guardiola, que aprovechó hasta el final para dar indicaciones. Pep, con un claro Plan B, mndó a Pedrito por un apagado Keita y Lionel Messi pasó a jugar como falso enganche, con Pedro, Ibra y Henry arriba y ocupando todo el ancho del campo. Era a todo o nada y no había tiempo que perder, visto lo bien y cómodo que estaba Estudiantes en el campo. Lo tuvo Ibra de entrada pero su remate se fue apenas cruzado. Los catalanes iban a por el empate y la gloria.

El Barcelona estaba muy bien y el 4-2-1-3 propuesto por Guardiola comenzaba a encerrar a Estudiantes, que no tenía el balón ni podía cortar el ritmo del Barça. Sólo faltaba que entrara en juego Messi para profundizar aún más. Henry e Ibra llevaban el peso del ataque y Xavi y Busquets jugaban con mayor continuidad. El Barça apretaba y, salvo contra demoledora de los argentinos, se respiraba el empate blaugrana.

El gol no caía pero el Barcelona llevaba todo el peso del partido con un Ibrahimovic saliendo del área y jugando como un segundo enganche. Pedrito lo tuvo pero no remató, Henry ganaba su duelo a Clemente Rodríguez y Estudiantes se refugiaba con todo y con un Verón que no podía más. Aunque los minutos pasaban, los blaugranas tenían el partido de cara porque ya habían entendido cómo hacer daño a los de Sabella, que no tenían otro plan que resistir.

Los argentinos no querían jugar, no tenían la pelota y sólo aspiraban a que el tiempo pasara. Faltas recurrentes, y nueve jugadores detrás de la pelota. Sabella movía el banco para que su equipo corriera hasta el final. Estaban muertos y un gol del Barça los hundiría. Matías Sánchez por Benítez fue la carta que se jugó el técnico argentino. Más madera para el fortín. Ibra se lo volvió a perder y cada minuto que pasaba daba la impresión de que no sería el día. Busquets dejó el lugar a Touré y Enzo Pérez a Maxi Núñez. La úlima moneda de Guardiola fue la de Jeffren por Henry. De aquí al final, a sufrir todo el mundo.

A tres del final, cuando sólo el lamento se asomaba en el horizonte, el de siempre, Pedrito, puso el justísimo 1-1 de cabeza, haciendo gala del oportunismo primero, del olfato de gol después y de una enorme clase para meter una vaselina salvadora por encima de Albil. El Barcelona encontraba su recompensa a un estilo y a una paciencia fuera de lo normal para todo lo que se estaba jugando. Rojo por Ré fue el últmo cambio de los argentinos, que no daban más.

La Prórroga:

Salvo milagro, la única oportunidad de Estudiantes de la Plata para ser campeón, era llegar a los penaltis. El Barça no cambiaba nada y los platenses seguían parados muy cerca de Albil porque el físico no les daba para más. Únicamente alguna escapada de Clemente en un contragolpe certero podía torcer lo que parecía irremediable. Aún así y dada sus posibilidades, lo del Pincha era dignísimo y esperar que jugaran alegres y al ataque era una quimera. Dadas las fichas en el tablero, el jaque estaba a un par de movimientos, con Messi o Ibra como verdugos del sueño argentino.

Los primeros quince minutos se fueron sin que cambiara el marcador aunquecon un clarísimo dominador, el Barcelona. Quedaba un cuarto de hora para no ir al terreno que más le convenía a Estudiantes. Los catalanes eran merecedores de más y hasta la última jugada habría una oportunidad de llevarse el título sin depender de la buena o mala fortuna de los porteros y los pateadores. Demasiado premio como para jugárselo desde los once metros. El Barça iba e iba.

Y llegó la justicia gracias a Lionel Messi, de pecho, sí, de pecho, para poner el 2-1 y llevarse el sexto título, para abrir las puertas del cielo y para coronarse como el mejor equipo de la historia. Lionel Messi, el Barcelona, el mundo, todo, absolutamente todo bajo un mismo escudo: el del FC Barcelona. ¡Campeón justo de todo lo que ha jugado, toma ya!

Vía: Goal.com