El Barcelona está encontrándose con defensas numantinas, partido a partido; sin embargo, jamás claudica en su forma de entender el juego, aún cayendo en errores y en ciertas terquedades. Lo cierto, lo real y reconocible, es que los blaugranas juegan como un campeón, porque un campeón nunca claudica en sus convicciones.No se suele entender el fútbol sin mirar el casillero, que para algunos refleja el éxito y el fracaso. Tan fácil como si el luminoso no sólo expresara el resultado, sino también la concepción o no, del mismo. Vamos, que para mucha gente, es la revelación de la vida misma, algo que, evidentemente, no comparto. No sólo que el resultado no la explica, sino que ni siquiera la sospecha.
El Barcelona puede jugar bien, mal, equivocarse en el pase o en el despliegue, pero si las dudas fueran gotas de sudor, los hombres de Pep Guardiola vivirían sin apenas un rasgo de transpiración. No los carcome el miedo, la clasificación, el peso de los cinco títulos y la defensa del prestigio conseguido.
Saben que todos los ojos se posan en la posibilidad del fracaso de un proyecto conmovedor -cantera y valentía-, no ya de unos colores. Porque el Barcelona, aún espeso, aún cerrándose algunos caminos, está tan tercamente convecido de su ideario, que muchas veces se inclina ante sí mismo.
Y me explico: a los blaugranas nunca nadie les ha jugado de igual a igual -como para esperarlo del Rubin- y jamás un equipo le ha propuesto compartir grandezas, sino que ante la lealtad de la búsqueda de la belleza, fue siempre respondido con artimañas defensivas, cerrojos, acumulación de líneas y defensas corriendo detrás de los culés. No me parece bien ni mal, pero es notoria la rivalidad de los ruines contra los que buscan ganar bajo la condición innegociable de no traicionar una idea.
Ante el Rubin se puede discutir el momento de algunos jugadores, podemos repasar cada ataque y llegar a la conclusión de que se deben refrescar ciertas ideas para no caer en la tozuda defensa de los rivales. Pero poseer la pelota el 80 por ciento del partido, no tirar jamás un pelotazo a ver qué pasa e intentar siempre jugar de la manera en la que han sido concebidos como equipo, es de subrayar, y si para algunos no es ponderable, es que vivimos entre demasiadas miserias como para no reconocer el único cisne que nos queda a los que amamos este deporte y su valor estético.
Lo cierto, lo conluyente, lo éticamente destacable, es que el Barcelona juega como un verdadero campeón, y un campeón, un verdadero exponente del éxito, juega sin dudas en sus posibilidades, aún equivocándose en la ejecución, aún sufriendo el mal momento de algunos de sus concertistas. Sabe, el Barça, que a pesar de los baches que pueda encontrar, si su mira se mantiene fija, si sus conceptos se mantienen firmes, el resultado ya está garantizado. Aunque no gane, el Barcelona nunca pierde. ¿Se entiende?
Vía: Goal.com