A sus 60 años, Arséne Wenger es tan elegante como el equipo que dirige. Tiene un perfil aristocrático. Su padre era restaurador. Descubrió el fútbol en la región de Alsacia, territorio de larga disputa entre Francia y Alemania hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando quedó bajo dominio francés. Wenger quedó fascinado por el dinamismo y la velocidad de los equipos alemanes. Mediocampista ofensivo, decidió seguir siendo amateur para quedarse en la universidad. Se tomó un avión a Londres y estudió inglés durante tres semanas en Cambridge. Su aspiración era heredar el negocio familiar de autopartes. Sin embargo, hizo el curso de entrenador y a los 31 años se convirtió en el DT de las juveniles de Estrasburgo. En 1983, se mudó a Cannes para hacer el mismo trabajo. Y en la temporada 84-85, Aldo Platini, el papá de Michel, le ofreció dirigir al equipo principal de Nancy.
Arsenal cuida la pelota como si fuera un tesoro. Pero no se regodea en el toque porque sí. Su toque siempre tiene un sentido. Defenderse con la pelota, desarticular la presión del rival, tejer el juego para que el wing quede mano a mano con su marcador o simplemente hacer correr al contrario. Es raro ver a un jugador de Arsenal gambetear en la mitad de la cancha. Ahí pasan rápidamente la pelota. En los últimos 20 metros de la cancha, es otra historia. Llega el momento del desequilibrio individual o del 2-1 contra el adversario para concretar el desborde y tirar el centro atrás doloroso, ese que toma a contrapié a la defensa rival. Marca muchos goles dentro del área chica, verdaderos pases a la red que llegan después de una jugada bien elaborada. En Arsenal, la pelota la tiene el equipo, no un jugador.
En 1987, Wenger fue contratado por Mónaco. De entrada, le descubrió potencial a un adolescente liberiano. Era George Weah. Perdió la final de la Copa de Francia en 1989 contra Olympique de Marsella. Se tomó revancha dos años más tarde con un argentino como figura. Se llamaba Ramón Díaz. Meses más tarde, Ramón volvería al país para romperla en el Ríver de Passarella. Mientras tanto, el Mónaco de Arsenio seguía jugando con su estilo. Semifinalista de la Copa de Europa en 1994, perdió contra el Milan de Capello, luego campeón. Despedido en plena temporada 94-95, atendió el llamado de los japoneses. La liga profesional había comenzado dos años antes y desde la Federación buscaban entrenadores con vocación de enseñar. Se fue al Nagoya Grampus Eight. "Esos años que pasé en Japón han sido un punto de inflexión en mi vida. La cultura europea es unidimensional. En Japón me encontré con valores diferentes y una cultura diferente. Tuve que abrir mis ojos y pensar en los valores que había incorporado durante mi juventud. Redescubrí el placer de entrenar con jugadores que mostraban un gran entusiasmo en su camino al profesionalismo".
En Arsenal, la idea está por encima del sistema táctico, bastante reconocible. El arquero titular es el español Manuel Almunia, el más regular desde el retiro de David Seaman, alias "la Foca" o el de la cara de actor de película porno. Siempre juega con línea de cuatro en el fondo. Aunque parezca extraño, el primer Arsenal de Arsenio (temporada 96-97) presentó tres centrales en la defensa. Wenger llegó en septiembre de 1996, con el campeonato ya empezado, y prefirió no tocar el esquema hasta el año siguiente. Hoy, el lateral derecho es Bacary Sagna. Potente y algo descontrolado, le ha quitado el puesto al marfileño Eboué. El lateral izquierdo es otro francés: el zurdo Gael Clichy, consistente marcador. El entrenador lo descubrió en Cannes a los 17 años. Cuando Ashley Cole se fue a Chelsea, se adueñó del puesto.
La lesión de William Gallas, otro francés, ha provocado el regreso del veterano Sol Campbell. El ex de Elle Mac Pherson (¡bien ahí!) es el ladero del belga Thomas Vermaelen, un acierto de Wenger en el mercado de verano. Procedente de Ajax, reemplazó con solvencia al marfileño Kolo Touré, compañero de Tevez en el Manchester City. De gran juego aéreo, Vermaelen ha marcado ocho goles en la temporada.
Arsene fue el primer entrenador francés en llegar a la Premier League. En 1996, Arsenal era un equipo con muchos futbolistas en problemas. Tony Adams, Ian Wright, Paul Merson y Ray Parlour, entre otros, se la pasaban protagonizando episodios policiales. Los jugadores le rechazaron su pedido inicial de practicar en doble turno. Entonces, estiró la sesión de la mañana. Contrató un masajista. Impuso el calentamiento previo y la elongación posterior. Había estudiado fisiología y era un experto en nutrición, flexibilidad y en las mejores maneras de cuidar el físico de un jugador profesional. Prohibió la comida chatarra. Convocó a nutricionistas para que explicaran los beneficios de una balanceada alimentación. Impuso trabajos específicos para cada músculo. Los jugadores comenzaron a tomar vitaminas y aminoácidos para recuperarse mejor y más rápido del esfuerzo. En Inglaterra, no había absolutamente nada de esto. Las tabernas y las pintas de cerveza estaban por encima de cualquier cuidado personal. Y Wenger llegó a la cuna del fútbol para provocar una revolución.
Arsenal puebla la cancha con muchos mediocampistas, complementarios y compatibles. Hay un libero que juega por delante de los cuatro defensores. Habitualmente es Alex Song, un camerunés que Wenger reclutó a los 17 años desde Bastia. Está obligado a ser la referencia para sus compañeros del medio. Casi siempre lo acompaña Abu Diaby, alias Salchicha o un baby Patrick Vieira. Este francés llegó en 2006 a los 20 años. Postergado por lesiones, le está dando su mejor versión al equipo en esta 2009-2010. Delante de ellos, juega Cesc Fábregas, el crack del equipo hoy lastimado. Formado en la cantera de Barcelona, es el dueño del último pase y llega al gol con frecuencia. Dicta el tempo del equipo. Es el director de la orquesta.
Por la derecha o por la izquierda, aparece Samir Nasri, otro francés. Marca, gambetea, llega y hace goles. Llegó en 2008 para reemplazar a Alexander Hleb, el bielorruso que se fue a Barcelona y ahora está en Stuttgart. Ausente Fábregas ante Porto, se puso su traje y la rompió con un golazo. Los mediocampistas que juegan por los costados son extremos cuando el equipo ataca. El concepto vale tanto para Theo Walcott, el único inglés que juega con cierta frencuencia, o para el ruso Andrei Arshavin, de gran Euro 2008. Arshavin fue wing izquierdo en el festival del martes pasado contra Porto pero también ha jugado de delantero central. Ese lugar hoy es para Nicklas Bendtner, el ídolo de Andy Murray quien vía Twitter festejó sus tres goles ante los portugueses. Su torpeza desentona entre tanta armonía pero Wenger le reconoce sus desmarques y el trabajo para molestar la salida del rival. El danés está en Arsenal desde 2004 cuando tenía 16 años pero recién ahora, con la venta de Adebayor a Manchester City, está logrando continuidad en el primer equipo.
Arsene fue campeón de Liga y Copa en la temporada 97-98 con Bergkamp, Overmars y Pettit, quienes explotaron gracias al funcionamiento del equipo. Nicolás Anelka rompió el molde al año siguiente y el club hizo un gran negocio al venderlo a Real Madrid. En la 99-00, llegó Thierry Henry, otro jugador potenciado por Wenger. Es notable la cantidad de futbolistas a los que el entrenador les sacó su mejor versión. Robert Pires, Adebayor, Gilberto Silva, Kanu, Ljunberg, Wiltord, Vieira se agregan a los ya mencionados. Hasta Papelito Lehmann se anota en esta lista. En la 2001-2002, volvió a conseguir el doblete. En la 2003-2004 ganó la Liga invicto. En 2005, levantó la FA Cup ante Manchester United por penales. En 2006, perdió la final de la Champions contra Barcelona.
Hoy el equipo pelea la Premier y está en cuartos de la Champions. A cinco años de su último título, la sospecha se renueva: "al final, mucho tiki-tiki pero nunca ganan nada". El periodista John Carlin, autor del imprescindible "El factor humano", el libro de la película Invictus, escribió hace poco en el diario El País: El Arsenal es como Barack Obama: bella retórica y grandes expectativas que no acaban de concretarse. Una delicia en los encuentros fáciles, o los que no son decisivos; pero decepcionante cuando se enfrenta a la dura realidad. Los grandes trofeos son para el equipo de Arsène Wenger lo que la reforma sanitaria y la resolución del drama de Oriente Medio para Obama: metas, a día de hoy, inalcanzables.
Arsenal ha perdido sus cuatro duelos contra Chelsea y Manchester United en esta competición. Pero Wenger no se rinde: "creo que cualquier cosa en la vida, si se hace realmente bien, se convierte en arte. "Si lees un gran escritor, te toca profundamente y te ayuda a descubrir algo nuevo sobre la vida. El día a día de la vida es importante si lo transformas -o intentas transformarlo- en algo que se asemeje al arte. Y el fútbol es así".
Los Gunners no tienen a Drogba, ni a Messi ni a Cristiano Ronaldo. Todo lo que logran es a base de funcionamiento con fundamentos irrenunciables: el pase, la dinámica, el desmarque, la técnica individual. Y no es lirismo. "Yo juego para ganar todos los partidos. Pero creo que el fútbol no es asunto de comprar y vender. Creo que es una construcción compartida. Trabajar y crecer juntos. Disfruto mucho cuando el equipo va creciendo y se da cuenta de las cosas que puede hacer".
Vuelvan a ver el 5 a 0 ante Porto (tremenda sandunga) y pongan a Vivaldi de banda de sonido. Lo van a disfrutar mucho. Es fútbol en estado puro, con los conceptos de toda la vida. Y no se preocupen por mí: aunque no gane nada, seguiré siendo hincha del Arsenal de Arsenio.Juan Pablo Varsky.
Canchallena.com
3 comentarios:
A mi modo de ver el fútbol, Arsenal tiene el mejor mediocampo hoy por hoy.
El Arsenal juega mejor que el barca... y Varsky es un crack del periodismo
TU MODO DE VER EL FUTBOL CLARAMENTE NO ES EL CORRECTO ANONIMO
NO SABES VER EL FUTBOL
NO OPINES DE FUTBOL CABRON!
SALUDOS
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